![]() |
Foto: @vicent.diaz |
Todas as tardes de uma terça e quinta-feira ela aparecia. Era o meu pedido de socorro, era minha válvula de escape. Era sempre em tardes de calor sufocante. Acre, 1000 °C. O convite? "TÁ CALOR, NÉ?"
Não era aquela mesa, cadeira de plástico, aquele copo americano que suava ao receber em seu interior aquela cerveja mais ou menos barata, não era aquele lugar onde tocavam as piores músicas possíveis, não era aquele cigarro barato e fedorento... não era só uma coisa ou outra. Não era o conjunto também. Era ela que dava sentido a tudo isso. Ela juntava todas as coisas em uma sensação de que aquele momento era só nosso.
Entre sorrisos, desabafos e broncas... era a gente. Alí, no meio de tantos jovens, falando sobre passado, amores e julgando a juventude porque no meio de tudo que vivemos, tornamo-nos jovens com alma velha.
Era alí no meio de um grupo tão diverso de frequentadores que compartilhávamos nossa semana entre um gole e outro, entre um: "AMIGA, VÊ SE EU TÔ DOIDA", entre Sartre e futilidades, entre as críticas à metodologia freudiana e uma descoberta ou outra, entre tentar andar em linha reta nas idas ao banheiro e parecer o suficientemente sóbria para conseguir formular uma frase inteligível. De alguma maneira inexplicável, encontrava-nos . O perfeito encaixe de uma Gestalt entre duas pessoas ansiosas que, nesse encontro, conseguiam desfrutar o presente sem viver constantemente assombradas por um passado e um futuro não vivido.
A definição de conforto morava nesses momentos e agora em minhas lembranças, o lugar ao qual elegi como um conforto mental quando eu quero paz.
A minha cumadyta e nosso Tonheirinhos de lei.
__________________________________________________________
En el Brasil, bar pie sucio es el lugar donde el adulto
se separa del niño, es un rito de iniciación. Un bar sencillo con mesa de
billar, con comida un poco cuestionable y con mesas y sillas de plástico
remendadas que desafían la gravedad (mira eso, Newton). Cuenta la leyenda que
una persona cuando se sienta en una silla de plástico con su cerveza en la mano
no quiere la guerra con nadie.
Todos los martes y jueves por la tarde
aparecía. Era mi grito de auxilio, era mi válvula de escape. Siempre era en
tardes de calor sofocante. Acre, 1000 ° C, un sol para cada linfocito del
cuerpo. ¿La invitación? "¿Está haciendo calor, verdad?”
No era esa mesa, no era la silla, ese vaso americano que sudaba al
recibir esa cerveza más o menos barata adentro, no era ese lugar donde sonaba
la peor música posible, no era ese cigarrillo barato y maloliente ... no era
solo una cosa u otra. Tampoco era el conjunto. Fue ella quien le dio sentido a
todo. Ella juntó todo en el sentido de que este momento era solo nuestro.
Entre sonrisas, arrebatos y regaños ... éramos nosotros. Allí, en medio
de tantos jóvenes, hablando del pasado, amores y juzgando a la juventud porque
en medio de todo lo que vivimos, nos convertimos en jóvenes con alma vieja.
Fue allí en medio de un grupo tan diverso de asiduos
que compartimos nuestra semana entre sorbo y sorbo, entre uno: "AMIGA,
¿ESTOY LOCA?", entre Sartre, Foucault y la futilidad, entre críticas a la
metodología freudiana y entre tratar de caminar en línea recta al ir al baño y
parecer lo suficientemente sobrio como para poder formular una oración
inteligible.
De alguna manera inexplicable, nos encontró.
El encaje perfecto de una Gestalt entre dos personas ansiosas que, en este
encuentro, pudieron disfrutar del presente sin vivir constantemente
atormentadas por un pasado y un futuro no vivido.
La definición de comodidad vivida en esos momentos y ahora en mis
recuerdos, el lugar que elegí como consuelo mental cuando quiero paz. Es mi
refugio
Comentários
Postar um comentário
Soltem o verbo...